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Por un activismo real, no perfecto

Por Francesca Chiappa G.

@franchiappag


Mi nombre es Francesca (aunque siempre me dicen Fran).

Tú y yo nacimos con un nombre dado, un nombre al que hemos respondido desde la infancia cuando algún profesor o profesora pasaba asistencia. Al escuchar “Francesca” sabía que se referían a mí y debía alzar la mano diciendo “presente”, de algún modo, nuestros nombres son el ejemplo más básico de lo importante que es sentirnos identificados.


La identidad como tal se define como el conjunto de rasgos o características de una persona o cosa que permiten distinguirla de otras en un conjunto. Mientras que el sentido de pertenencia es el agrado que tiene una persona de sentirse integrante de un grupo. El sentido de pertenencia a nivel social, puede presentarse al sentirse parte de un país, de una creencia política, de una religión, de una familia, etc.


Es completamente natural que nos agrade sentirnos “parte de” y eso no escapa del activismo.

Cuando nos identificamos con una causa nos alegra conocer a más personas en la misma sintonía, alzando la misma bandera de lucha e inevitablemente nos nace compartir a viva voz aquello en lo que creemos.


En un mundo de hashtags y tags es común que en nuestra propia dinámica activista publiquemos las etiquetas que nos representan: #vegan #vidalenta #zerowaste #basuracero #sustainablelife #mujersustentable y tantas otras.


¡Y eso no tiene nada de malo! Sin embargo, creo importante reflexionar sobre cómo el etiquetarnos puede limitarnos a lo que esos conceptos significan, generando incluso una errada sensación de que el activismo es actuar -en un ámbito específico- de forma perfecta.


A mí me ha pasado tener algún referente que promueve el veganismo y, sin darme cuenta, lo idealizo al punto que creo que no debiera haber flexibilidad en su activismo. De forma inversa, también he sido referente de alguien en temas medioambientales, esperando de mí que no genere ningún tipo de residuo (spoiler alert, sí los genero).


Idealizar el activismo o pretender liderar un movimiento desde la perfección, no es real ni sostenible en el tiempo.


Días atrás me reuní con mi mamá a compartir un café, a causa de la pandemia y cuarentenas, no habíamos podido hacerlo hace un buen tiempo. Fuimos a una cafetería de barrio entusiasmadas de apoyar el comercio local, estábamos disfrutando el momento hasta que recibí mi pedido en un vaso desechable.


Creí que al consumir en el local servían en loza reutilizable, pero por políticas propias del negocio no era así y ahí estaba yo sintiéndome mal por generar un residuo. Pero eso no fue todo, también me sentí y juzgada por mi acción, dado que yo promuevo una vida amigable con el medio ambiente.


Todo eso fue parte de un rollo mental, no había absolutamente nadie apuntándome con el dedo más que mi propia conciencia. Y ahí me di cuenta del modo en que hemos estado actuando últimamente, esperando de otros y de nosotros mismos un activismo perfecto, opinando y recibiendo opiniones con tono crítico por acciones que no cumplen con estándares impuestos de forma idílica, alejados a la realidad.


Y eso, en vez de fortalecer el sentido de pertenencia, nos aleja. En vez de motivarnos a mejorar nuestros hábitos, nos abruma.


Mi invitación es a hacer siempre lo mejor que podamos según las circunstancias en que nos encontremos. Te invito a vivir el activismo de forma real, no perfecta.


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